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¿Para qué se construyó la Gran Muralla China?

Más de 2000 años de historia para proteger el norte de China de las invasiones de los bárbaros. Un dragón de piedra recorría 7 000 kilómetros por la frontera norte de China. Una de las siete maravillas del mundo moderno.

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La construcción de la Gran Muralla China se extendió a lo largo de 2200 años de historia. Millones de personas de vieron involucradas entre los que la construyeron, los que la defendieron, y quienes la atacaron. Un dragón de piedra recorría 7 000 kilómetros por la frontera norte de China. Una de las siete maravillas del mundo moderno. Un símbolo del pasado y el presente chino. Su objetivo fue evitar los ataques de los bárbaros, pero no fue todo lo efectiva que se pretendía.

Una defensa milenaria contra los bárbaros

Las estepas al norte de China han estado ocupadas desde la Antigüedad por pastores nómadas, entre los que destacaban aquellos que se movían por Mongolia. Estos nómadas codiciaban los ricos recursos que poseían sus vecinos del sur. Más allá de la carne y los lácteos, los pastores tenían muchas dificultades para alimentarse con otros productos, crear objetos con los que comerciar y no digamos ya vestir con la fina y lujosa seda. Aunque los vecinos sedentarios eran mucho más numerosos que ellos, los pueblos nómadas sabían cómo luchar. Así que en épocas de necesidad no dudaron en realizar incursiones para saquear los territorios chinos. Según un secretario imperial de mediados del siglo XV:

“Los mongoles son una calamidad para China solo porque necesitan desesperadamente ropa y comida”.

Con una técnica que depuraron durante siglos, los nómadas de las estepas eran especialistas en atacar lanzando flechas desde sus monturas: caballos de pequeño tamaño, pero rápidos y resistentes. Desde el siglo IV a. C., los estados del norte de China sufrieron ataques constantes, por lo que procuraron levantar defensas que los protegieran de estos asaltos.

Un siglo más tarde, Qin Shi Huangdi unificó los territorios y se erigió como el primer emperador de China. Fue entonces cuando empezaron una larga lista de estrategias con las que los emperadores chinos intentaron paliar la amenaza del norte. Básicamente podemos destacar dos políticas: el pago de subsidios para una mejor relación con los nómadas (sobornos en toda regla para que no atacaran) y la construcción de murallas defensivas. Fue este primer emperador el que mandó construir una línea de fortificaciones que uniera las ya levantadas por los reinos predecesores. Construcciones y reconstrucciones de murallas se sucedieron durante siglos hasta que la dinastía Ming decidió construir la muralla definitiva.

Tras comprobar que su poder militar no era suficiente para acabar con las incursiones nómadas, los Ming pasaron a dedicar todos sus esfuerzos en la construcción de la Gran Muralla. Pero en esta ocasión hubo una diferencia notable con las ocasiones anteriores: los materiales de construcción.

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Gran Muralla China

Tanto esfuerzo...

Las primeras murallas fueron levantadas a base de tapiales de arena y adobe. Pero a partir del siglo XVI, la dinastía Ming pasó a utilizar piedra y ladrillos, lo cual supuso un aumento considerable de la resistencia y solidez de la muralla, pero al mismo nivel también creció el coste y el trabajo necesario para construir estas murallas.

Y sí, hablamos en plural porque la Gran Muralla China no es una sola muralla, sino una serie de fortificaciones que suceden a lo largo de varios tramos sueltos. De hecho, en algunas zonas de la frontera, incluso se superponen hasta tres filas de murallas. Hablamos de más de 7000 kilómetros amurallados. Hay fuentes que afirman que la suma de todos los tramos de muralla construidos y reconstruidos a lo largo de 22 siglos llegarían a superar los 20 000 kilómetros.

Sobre un zócalo de piedra de levantaba muros de ladrillos rellenos de grava y arena. Los ladrillos se cocían durante siete días en los hornos, pero aún más duradero fue el material utilizado como argamasa. El mortero a base de cal, arcilla y harina de arroz incluso ha soportado mejor el paso del tiempo que muchos ladrillos. 7000 kilómetros de muralla con una altura media de 7 metros y unas 24 000 torres que podían alcanzar hasta los 15 metros. Todo ello necesitó, obviamente, mucha mano de obra. Esclavos, civiles y soldados vivieron jornadas duras por las que incluso llegaron a amotinarse.

… para casi nada

Pero la realidad es que la obra de ingeniería más ambiciosa en la historia de Asia tuvo una eficacia relativa. Sí, evitó los ataques a caballo de los nómadas, que eran imparables sobre sus monturas. Y brindó cierta protección al lucrativo comercio de la ruta de la seda. Pero los nómadas no dejaron de ser un problema para China y a ello se añadió la actuación de los propios soldados chinos.

Los militares encargados de la vigilancia de la frontera vivían en malas condiciones. A mediados del siglo XV, un documento oficial del imperio reconocía que:

“Los soldados en la frontera noroccidental están expuestos al viento y el frío. Ya sirvan como vigías en las torres de señales o como guardias en los pasos […] pueden estar fuera durante meses o años sin regresar a su base, y sus familias e hijos, careciendo de ropa y comida, están en una situación desesperada. Ciertamente, reciben un salario mensual, pero muy a menudo tienen que gastarlo en armas o caballos y sus sufrimientos por el hambre y el frío son indescriptibles”.

Esta situación llevó a que muchos desertaran, se pasaran a vivir con los nómadas o se dedicaran al contrabando de mercancías, puesto que el imperio prohibía comerciar con los bárbaros.

Un símbolo con claroscuros

Esta larga y compleja historia han hecho de la Gran Muralla un símbolo de China. Es una representación material de la grandeza cultural, técnica y la voluntad incansable de China. Pero también recuerda la desolación de la frontera, el sufrimiento y sacrificio llevados a cabo por una mentalidad imperial que impuso una severa represión y conservadurismo a los de dentro del muro.

Referencias:

Gomá, D. 2017. Crónica de la construcción de la Gran Muralla china. lavanguardia.com.

Lovell, J. 2007. La Gran Muralla: China contra el mundo (1000 a. C – 2000 d. C.). Debate

Pelegero, B. 2014. La Gran Muralla. Historia National Geographic 126, 68-81.

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