Enma Arias, moradora del sector de Sinincay, alarmada cuenta las conversaciones de vecinos que en el cementerio de esa parroquia azuaya no están seguros sus seres queridos.

La alarma se dio cuando al visitar a sus familiares las tumbas estaban dañadas, moradores pasaron la voz para tratar de descubrir lo que pasaba.

Ningún habitante del lugar sabía lo que ocurrió, la sospecha de ellos está basada en que recolectores de chatarra serían los posibles causantes, pues la visita de ellos es constante.

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El principal atractivo es el material de las lápidas como el cobre, aluminio, mármol, entre otros, pues son los elementos que predominan en los detalles en estas lápidas.

A los robos se suman vidrios rotos y daños en los recuerdos de cada tumba, y ello el sentimiento de daño a los seres queridos que reposan en él.

“No nos responsabilizamos si en algún momento encontramos a los individuos haciendo daño en el cementerio, la incertidumbre nos llena de ira”, dice Wilson Arias, presidente de la Junta Parroquial de Sinincay.

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Habitantes del sector dicen que el problema es la falta de seguridad por parte de la Policía, en vista de que de las cinco Unidades de Policía comunitaria únicamente están al servicio tres y en cada una de ellas dos elementos policiales.

El sitio tiene guardias, pero no son suficientes contra el ingenio de los malhechores.