La tortura taurina

Solo un ignorante le aplica a un animal un concepto propio de los seres humanos.

Solo un ignorante le aplica a un animal un concepto propio de los seres humanos.

¿Son tortura las corridas de toros?

Calificar las corridas de toros como “tortura” se ha convertido en un eslogan corriente para los militantes de la causa antitaurina. Todo detractor serio de la  fiesta de los toros tendría que avergonzarse de semejante ofensa. Salvo que se acepte traicionar el significado de las palabras. ¿Qué es torturar? Es hacer sufrir voluntariamente a un ser humano indefenso, ya sea por puro placer (cruel o sádico), ya sea para obtener algún beneficio como contraprestación de ese sufrimiento (una confesión, una información, etc.). Por estas cinco razones, las corridas de toros se oponen radicalmente a la tortura.

Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal
La tortura tiene como objetivo hacer sufrir. Que las corridas de toros impliquen la muerte del toro y consecuentemente sus heridas forma parte innegablemente de su definición. Pero eso no significa que el sufrimiento del toro sea el objetivo – de hecho no más que la pesca con caña, la caza deportiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta grande musulmana o en cualquier otro rito religioso. Estas prácticas no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener ese efecto. Si se prohibieran todas las actividades humanas que pudieran tener como efecto el sufrimiento de un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, de actividades de ocio, y hasta de prácticas gastronómicas, incluyendo el consumo normal de pescado y carne, que implica generalmente estrés, dolor e incomodidad para las especies afectadas.
Las corridas de toros no son más tortura que la pesca con caña. Se pescan los peces por desafío, diversión, pasión y para comérselos. Se torean los toros por desafío, diversión, pasión y para comérselos.

 Las corridas no tendrían ningún sentido sin la pelea del toro
Torturar a un hombre, e incluso a un animal, es hacerlo sobre un ser con las manos y los pies atados, y, en cualquier caso, privado de la posibilidad de defenderse. Y eso, no solo no sucede en la lidia sino que además sería contrario a su sentido, su esencia y sus valores. La palabra corrida procede de correr: es el toro el que debe correr, atacar y por tanto pelear. Lo que interesa a los aficionados es, primero, y para muchos sobre todo, la pelea del toro. Lo que da sentido a la lidia es la acometividad del animal, su peculiar manera de embestir, de atacar o defenderse, es decir su personalidad combativa. Sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes suertes del toreo carecerían de valor. 

Si el toro fuera pasivo o estuviera desarmado, la lidia no tendría ningún sentido. De hecho, no sería una corrida sino una vulgar carnicería (y por tanto no habría razón alguna para hacer de ella un “espectáculo”). Por ejemplo, las reglas de la
ejecución de la suerte de varas tienen como principio director que el toro acometa al picador y vuelva a hacerlo, motu proprio. Debe embestir una y otra vez sobre su adversario alejándose de su propio “terreno” natural, que es el lugar donde se siente más seguro porque nada le amenaza. Durante toda la suerte debe tener la posibilidad de “escoger” entre la huída o la pelea. Por decirlo de manera más directa, la ejecución de la suerte de varas tiene como principio que la herida del animal sea el efecto de su instinto combativo y la consecuencia de su propia pelea. ¡Esto es justamente lo contrario de la tortura!

Las corridas de toros no tendrían ningún sentido sin el riesgo de la muerte del torero
Torturar a un hombre, e incluso a un animal, no es únicamente hacerlo sobre un ser sin posibilidad de defenderse, es hacerlo con total tranquilidad y sin asumir el más mínimo riesgo. ¿Somos capaces de imaginar un torturador herido o matado por su torturado? Evidentemente, no. Entonces el sentido, la esencia y el valor de la corrida descansan sobre dos pilares: el primero es la
lucha del toro que no debe morir sin haber podido expresar, de la mejor manera, sus facultades ofensivas o defensivas; el segundo
pilar, simétrico del primero, es el compromiso del torero, el cual no puede afrontar a su adversario sin jugarse la vida. Ninguna corrida tendría interés sin ese permanente riesgo de muerte del torero. ¡De nuevo, esto es justamente lo contrario de la tortura!

¡Si un toro fuera torturado huiría!

La lidia no pretende torturar a un animal indefenso, sino más bien al contrario consiste en hacer pelear a un animal naturalmente predispuesto para la lucha (de ahí el nombre de toro de lidia). Tenemos dos comprobaciones empíricas evidentes: si se le hiciera la prueba del puyazo a cualquier otro animal (un buey o un lobo), huiría inmediatamente, puesto que la fuga es la reacción inmediata de cualquier mamífero ante una agresión. Sin embargo, el toro de lidia, lejos de huir, redobla sus acometidas. Segunda comprobación: cuando se le hace sufrir a un toro de lidia una verdadera “tortura” (por ejemplo, una descarga eléctrica como es el caso de algunas vallas electrificadas), se escapa y huye. Este comportamiento es justamente el contrario al de su reacción normal durante la pelea en el ruedo.

Hablar de tortura ¿no es confundir al hombre con el animal?
La tortura es una de las más abominables prácticas del mundo. Sea cual sea su finalidad, no puede ser nunca justificada. Llamar a cualquier cosa tortura, y especialmente hacerlo con las corridas de toros, ¿no es más bien banalizar el uso de la palabra y así atenuar la condena sin remisión de esta innoble práctica? (Y eso por no referirnos a todos aquellos que se rebajan a aludir al nazismo,… ¿no estaríamos cerca de una forma de negacionismo?). Queriendo agravar el supuesto maltrato del toro que pelea, recurriendo a una palabra destinada a impactar en la imaginación ¿no están corriendo el riesgo de hacer más benigna la verdadera tortura? Sería tanto como decir que la insoportable e interminable tortura del impotente prisionero político que se halla en el fondo de una celda, es lo mismo que la pelea de un animal bravo en el ruedo. ¿No constituye esto un auténtico insulto a todos los torturados del mundo?

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Tomado de la obra «Cincuenta razones para defender la corrida de toros», de Francis Wolff.

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